Artículos de prensa y otros escritos de José Rivas Rivas

"La palabra es una clave, un nudo que al desatarse en la imaginación deja escapar la maravilla aprisionada"
            


Germán Arciniegas



CLAVES PARA APRENDER 


Caracas, 1994



No satisface el proceso educativo venezolano la necesidad de quienes desean adquirir una formación cultural densa y decorosa. Es tanta la deficiencia, son tan profundos y diversos los vacíos del conocimiento que cualquier estudiante universitario ha venido arrastrando durante sus veinte años de estudio, que  ni siquiera las maestrías, doctorados y post doctorados logran remediárselos integralmente. ¿Cuál es la solución? Pareciera que no existe otra manera de perfeccionar la formación académica sino mediante el esfuerzo individual, tesonero, sin tregua, orientado hacia un auto-didactismo que complemente esa larga pasantía por la educación media y superior.
Y a propósito de la necesidad de aprender por si mismo, conviene recordar que casi nunca escucha el alumno venezolano de sus profesores la recomendación de algún método, un recurso al cual acudir para que el aprendizaje alivie su rigor y permita el máximo aprovechamiento. Un sinnúmero de libros de carácter psicológico o didáctico ha divulgado ciertas técnicas o procedimientos para alcanzar dicho propósito, pero sus logros no han sido ciento por ciento exitosos. Por esos conviene transmitirle al lector la experiencia de dos prestigiosas figuras, un hombre de letras y un estadista, quienes han contado en alguna oportunidad cuál fue el recurso que cada uno utilizó  para aprender con provecho. El primero, Alfonso Reyes, cifra mayor de la intelectualidad mexicana, recomendaba a discípulos interesados en dominar un determinado tema, que procediesen de la siguiente manera: volcar en un esquema inicial todo lo que supiesen sobre el asunto, sin consulta de ninguna clase: luego, cotejar este esquema con un manual sobre la materia, con el fin de despejar ideas, precisar nombres, fechas, hacer los añadidos necesarios, etc.: reconstruir de nuevo el esquema por cuenta propia, corregirlo y complementarlo con información de libros especializados y otras fuentes, y después, perfeccionarlo una vez más.
De esta forma, llega un momento en que lo que haya sido trabajado con tales destrezas está despojado de todo tipo de imperfecciones y equívocos.
El otro hombre ilustre que, aunque en forma casual, comunicó a los demás su modo de  aprender, fue Abraham Lincoln. Ya había descollado desde joven por la calidad de sus ideas y la seguridad de sus juicios. Siendo Presidente de Estados Unidos fue entrevistado por el reverendo Cuvillier, quien le preguntó con muy sincero interés “como había adquirido esa extraordinaria facultad de precisar todas las cuestiones”, En la respuesta  de Lincoln aparecen estas explicaciones: “ No alcancé a estar doce meses en la escuela durante toda mi vida, de modo que como Ud. lo dice, eso deber ser alguna forma de cultura (…) Cuando era niño me molestaba si no entendía algunas frases o ideas de la conversación de mi padre y mis vecinos: de modo que me pasaba horas tratando de comprender esas ideas, pero una vez que daba con ellas, las repetía una y otra vez, y no quedaba contento hasta que la hubiera expresado con un lenguaje tan claro, que cualquier muchacho pudiera comprenderla. Nunca estoy tranquilo hasta que haya deslindado el pensamiento que tenga en la mente, por todos sus costados – por el Norte, por el Sur, por el Este y por el Oeste.
Tal es la clave. Verdaderamente con estas exigencias no hay asunto que se resista a ser comprendido y, en consecuencia, a ser divulgado con gran facilidad. Quien no tenga los conceptos claros no sólo no ha aprendido sino que tampoco puede enseñar, pues solo transmite la duda, la oscuridad. En los arbitrios que Lincoln utilizó para autoformarse ¿no están presentes los muy celebrados “parir los conceptos” de Sócrates y “los juicios claros y distintos” de Descartes? ¡ Ah, si siquiera un 30% de los educadores del país pudiesen lograr esta herramienta de oro de la enseñanza, otra sería la realidad cultural de Venezuela!
EL HOMBRE, UN ANIMAL EN DISCUSIÓN - Caracas 1993
                                      Para el Dr. Miguel J. Zerpa Zafrané
Cuantas cosas se han dicho hasta hoy acerca del ser humano y su significación en la Tierra, y aun en el Universo. Desde bípedo implume, según el juicio de Platón, definición bastante precaria que dejaron muy mal parada los otros filósofos de la época, pues desplumaron un gallo, y ¡ahí estaba el Hombre!, hasta llamarlo, en forma muy moderna y nada gratificante, el mono desnudo. Aunque también se le ha enaltecido como la criatura perfecta de la Naturaleza. El caso es que el Hombre, hasta donde sepamos, es el único animal que se ruboriza; el único que hace daño a su pareja; el único animal que usa herramientas, y sin ellas no es nada y con ellas lo es todo; el único que percibe la diferencia entre lo que es y lo que debe ser, el único animal que usa vestido para protegerse de los rigores de la Naturaleza; el único que le satisface la tortura y la muerte de sus semejantes; el único animal que ríe, aunque la hiena se atribuye también esta facultad; el único animal que cambia de rostro cuando envejece.
            El Hombre es igualmente el único animal que mata por deporte; el único que hace trueques, porque no me diga  que Ud. ha visto a los monos intercambiando cambures, o a los perros haciendo canjes con sus huesos; es el único animal que comete matricidios, uxoricidios, filicidios y genocidios; es el único animal que creó Dios el fin de semana cuando ya estaba cansado.
            El Hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son ( y definitivamente como que son más los que no son); es el lobo del Hombre, expresión ofensiva para el lobo que no tiene ninguna culpa de la existencia humana. Es igualmente un animal social, de donde el Robinson Crusoe, aislado, íngrimo en su isla, es solamente un fascinante producto de ficción; el Hombre es la más alegre, la más regocijada especie de la creación, pero cuando va contra la ley y la justicia es el más temible ser sobre la Tierra.
Es también el Hombre un bípedo ingrato, que toma agua sin estar sediento y hace el amor en cualquier momento; es un animal militar que ama las paradas; es el aristócrata de todos los animales. Además, sólo él nace gritando, vive quejándose y muere frustrado de todo; sólo él juega póker, sólo él crea dioses para adorarlos, sólo él deja testamento para producir pleitos; sólo él puede llorar, gritar y patear al mismo  tiempo, sólo él es al mismo tiempo el animal más miserable y el más grandioso que ama y odia con igual intensidad.
Es igualmente lo mejor y lo peor de todo lo creado; es un pequeño mundo de extravagancias y contradicciones; es sólo lo que sea su pensamiento; es una fuerza que ama.  Es el más grande parásito de la Tierra y el mayor error de la Naturaleza. Es el rey de la creación. Es un animal racional. Y considerarlo como tal es el colmo de la ironía, pues saque Ud. la cuenta de las mortandades de la guerra y lo enrevesado que está hoy el mundo para ver si le encuentra justificación a la jactanciosa racionalidad humana. Pero tampoco es el vulgar hedonista, un simple estómago ambulante, como se ha dicho, sino un ser que piensa, ama sueña, escribe poesía y crea música.
Y además de todo esto, es diferente a sus congéneres de cualquier otro país. De manera que si ese Hombre es venezolano tiene, junto a cuanto se ha dicho, otras características, y pasa a ser el único que no va a trabajar cuando llueve; que usa reloj en todo momento pero anda siempre retrasado; que ama tanto al amor como al humor, que hace amigos en cinco minutos; que exige leyes para todo y no cumple ninguna y ¡cuidado!, es también un elector sui generis que al momento de votar atiende más a los llamados del sentimiento que a los argumentos de la razón. 
                                                                                             
BOLÍVAR TRAVESTIDO - Caracas, 1994







                      Ya son varios los países de América originado por el retrato de un Bolívar trasvestido e irreverente. Pero ¿cuál es la causa de esta ofensa al Padre de la Patria? Lo que está ocurriendo con esta insolencia plástica antibolivariana era de esperarse, pues aquí en Venezuela, desde hace algunos años, un puñado de intelectuales han esgrimido su pluma contra todo lo que represente la gloria del Libertador, con cuanto aplauda su ejemplo y su memoria. Se le dijo que era un loco que no sabía donde estaba parado, que era un godo irremediable, que manipuló su prestigio en perjuicio de los países centroamericanos, que sus admiradores y voceros de su doctrina son simplemente viudas plañideras y ridículas. A Manuelita Sáenz se le calificó de vividora, de prostituta, de lesbiana, dipsómana, incestuosa… (a propósito de estas  vergüenzas, mi libro “Carta de Manuela Sáenz a su pornodetractor”). Me cuentan que un narrador venezolano escribe una novela acerca de Sucre, donde lo entierran con un traje de novia rosado y un capítulo es un coloquio amoroso con uno de sus oficiales. Se publicará para el bicentenario del Mariscal y será celebrado, obviamente, por todos los que defienden “la libertad del escritor y del artista”. Hace poco en un programa radial el charlista dijo, con suficiente sorna, que de nuestros héroes admiraba sólo a Sucre y a Miranda porque ambos fueron “mariscales”.
¿Por qué asombrarnos del cuadro irrespetuoso del pintor chileno? Es aquí en Venezuela, donde hemos sembrado, para regocijo de algunos medios de comunicación que han aupado esa infamia, la destrucción del culto a Bolívar.
            Tengo en mis manos el texto donde un ultra conocido intelectual venezolano asevera que los restos de Bolívar permanecen en Santa Marta, y la traída de ellos a Venezuela fue simplemente una patraña del país vecino. De nada le ha servido a este compatriota haber sido informado que la comisión de nuestro país enviada a Colombia para recibir aquellos ilustres despojos estuviese integrada por personalidades como el eximio Dr. José Vargas y el General José María Carreño, en quien no podía caber más decoroso patriotismo. El primero vivió el adolorido honor de sujetar con cera algunos huesos del esqueleto de Bolívar, que la agresividad del tiempo había separado. Carreño fue el héroe con mayor número de heridas de balas y de arma blanca que tuvo la Independencia. Por eso dijo Juan Vicente González, con mejor sensibilidad patriota que muchos de nuestros literatos de hoy: “Los restos de Carreño van a recibir los restos de Bolívar”. Y de ese mismo valeroso guerrero había dicho Bolívar con todo su buen humor, que se colocaba a su lado en cada batalla porque el Mocho Carreño paraba todas las balas y ningún otro patriota podía disfrutar de ellas.
            Pero esa verdad histórica, de héroes, de sacrificios, de paradigmas, de fervor revolucionario, de integración, de solidaridad humana, de amor al país, es echada a la basura a cada minuto por esa media docena de venezolanos y por sus inciensadores que celebran genuflexos, tanta  mediocridad. ¿De qué asombrarnos entonces? Esos lodos trajeron estos polvos, o esos polvos trajeron estos lodos. Somos los cosechadores, desconcertados, avergonzados, impotentes, de la siembra realizada, en mala hora, por hombres nacidos en esta tierra, pero ubicados en una parcelita donde sólo hay cabida para su egolatría y mezquindad.
                                                                                             
EL HOMBRE ES LA SORPRESA - Caracas, 1993
Por lo mismo que la conducta humana se presenta como arropada en su circunstancia no es posible preverla ni siquiera con los recursos de la más copiosa imaginación. El hecho intrascendente de hoy puede adquirir mañana otra connotación que le conceda figuración e importancia. El Dr. José Gregorio Hernández, en entrevista que le hizo su discípulo (después rector de la Universidad Central) Jesús Rafael Rísquez, narró algunos aspectos del régimen de La Cartuja, los cuales conoció durante sus ocho meses de permanencia en ese lugar, más cerca del medioevo que de la edad moderna. Allí se acostaban a las 6 p.m., se levantaban a las 10 para cantar los oficios de difuntos, ceremonia que se prolongaba hasta las 2 a.m.; se acostaban de nuevo y eran despertados a las 5 para asistir a misa y realizar ejercicios de meditación. La comida, escasa, la recibían por una ventanilla; no se les permitía hablar ni alzar la vista del suelo; y a quien desobedecía esta norma se le azotaba fuertemente. Además, era obligatorio el uso del cilicio, “una especie de capulla de piel de cabra que bajaba hasta la cintura por delante y por la espalda y cuyas cerdas se encajaban en la piel al hacer cualquier movimiento, sobre todo al acostarse”. En los días de invierno el frío llegaba a diez grados, pero no se les permitía hacer fuego.
            Los actos cotidianos y rutinarios en la vida de cualquier persona cuando ocurren en el quehacer de un grande hombre se revisten de cierta singularidad, hasta el punto que el cronista se siente obligado a recogerlos y darles  alguna difusión. Se sabe que Andrés Bello, tres años mayor que Bolívar, fue durante algún tiempo su preceptor. En una ocasión el futuro Libertador le entregó a su maestro un traje (casaca y unos pantalones de paño) por concepto de honorarios. En este particular canje de ropa por conocimientos no debe señalarse ventaja para ninguno, pues tanto necesitaba el joven Bolívar las lecciones de Bello como éste el atuendo que le ofreciera el compatriota rico.
Hay ocasiones en que los sucesos menudos se presentan con cierta sutileza y aparentemente ajenos a todo significado, pero que resultan elocuentes para retratar un personaje o analizar un aspecto de nuestro acontecer. En algún momento en la historia del país comenzaron a usarse los motes y títulos para identificar a los caudillos y los Jefes de Estado: el Valiente ciudadano Ezequiel Zamora; Héroe del deber cumplido, al general Crespo; El ilustre americano a Guzmán Blanco… Y, desde luego Cipriano Castro, no se salvó de un puñado de cognomentos, entre los cuales se le llamó, dada su cadena de éxitos militares, “El siempre vencedor, jamás vencido”, expresión que ofrece, junto con su fuerza sintética, cierto tono poético. Pero no es original. Aparece en la primera estrofa del poema de Cervantes “De Orlando Furioso a Don Quijote de la Mancha”:

Si no eres par, tampoco le has tenido;
que par  pudieras ser entre mil pares;
ni puede haberle donde tú te hallares,
invicto vencedor, jamás vencido.

Y hay acontecimientos, en su oportunidad conmovedores por su carácter trágico, que el paso del tiempo los despoja de su dramatismo y le confiere, en cambio, un particular aire pintoresco y hasta humorístico. Cuando se presentó, a mediados del siglo pasado, la terrible epidemia de cólera que azotó varias regiones de Venezuela, y especialmente a Caracas, fueron tantas las defunciones que se hizo necesario trasladar los cadáveres hacinados en una carreta, a una fosa común, pues no había personal ni tiempo para individualizar las tumbas. Los cargadores funerarios no se daban abasto; y para simplificar su macabra tarea simplemente tocaban a la puerta de cada una de las casas y preguntaban ¿Hay muertos?
                                                          
EL LIBRO, UNA FORMA DE DESAMPARO - Caracas, 1993
Dos circunstancias igualmente agresivas, circundan la vid del libro en Venezuela. Una, más estable y menos combatible, la televisión: otra, letal también, pero factible de ser superada, el precio para el consumidor. La TV, porque su adicción implica menguarle tiempo a la lectura; el precio, porque excede los recursos económicos del lector y porque desestimula la formación del hábito de leer.  A todo esto se añade la carencia de disposiciones legales que protejan todo cuanto tenga que ver con el libro y su entorno. Así, a la deriva, sin que haya recibido nunca el abrazo de las leyes ni las caricias el Estado. El libro se ha movido dando tumbos, más cerca de los absurdos que de la lógica,  más alejado de los sueños que de las realidades.
Y díganme si no es un absurdo el hecho de que treinta años atrás, cuando Venezuela contaba con unos diez millones de personas, un escritor publicaba  mil ejemplares de su libro. Y hoy con un país de 18 millones de habitantes, publicar la misma cifra de 1.000 ejemplares de cualquier libro ya significa un alarde de audacia del autor.  Y si los llega a vender (¡sin trucos publicitarios!) puede celebrar su obra como un auténtico best-seller. Para aquella época,  con el mismo precio de un almuerzo se podía comprar un libro de excelente factura, pero hoy se requiere cuatro o cinco veces el precio actual de un almuerzo para adquirir un libro de mediana presentación.
Pero no en todos los países el libro sufre esta minusvalía. En Colombia acaba de sancionarse la Ley del Libro, la cual recoge disposiciones que lo favorecen extraordinariamente, desde su edición hasta su circulación y su lectura. Incluso este manto protector cubre también al editor y al librero. En su artículo inicial esta Ley aspira lograr “la plena democratización del libro y su uso más amplio como medio principal e insustituible en la difusión de la cultura, la transmisión del conocimiento, el fomento de la investigación social y científica, la conservación del patrimonio de la nación y el mejoramiento de la calidad de vida de todos los colombianos”.
Los propósitos de esta Ley no podrían ser más dignos: convertir a Colombia en un gran centro editorial y estimular el hábito de la lectura entre los colombianos. Además, protege  las publicaciones de carácter científico o cultural y exceptúa de esta clasificación los horóscopos, fotonovelas, modas, publicaciones pornográficas y juegos de azar. Y, como si fuera poco, incita a los concejos a exonerar por lo menos el 70% de los impuestos de industria y comercio a editores, distribuidores y libreros dedicados a la divulgación de libros clasificados como científicos y culturales.
El beneplácito con que debemos recibir esta Ley debe entenderse también como un estimulo para que las entidades culturales de Venezuela vinculadas con el libro   (Biblioteca Nacional, Conac, Cámara del Libro, Juan Mare, Fundalibro, etc.) y el Congreso Nacional tomen la iniciativa de promover la promulgación de una ley similar, acorde con el desarrollo de nuestro país, donde se le conceda al libro su verdadero sitial como herramienta fundamental de la cultura.

VENEZUELA, PUNTO Y RAYA - Caracas, 1994
I.-
En abril de 1994 se cumplirán veinticinco años del deceso de Rómulo Gallegos. Según lo dispone el Reglamento del panteón Nacional, después de 25 años de la muerte de nuestros héroes ilustres y de ciudadanos eminentes, sus restos deberán ser trasladados al Panteón Nacional si así lo acuerda el Senado. Nadie discutirá este homenaje a la figura mayor de nuestra narrativa; ni siquiera aquellos literatos que moviéndose entre la mezquindad y la envidia han querido disminuirlo regateándole sus méritos. Desaparecido Orlando Araujo, exitoso analista de la obra galleguiana, habría que seleccionar entre otros  intelectuales también estudiosos del novelista (digamos Liscano, Torrealba Lossi, Efraín Subero…) el de mayor idoneidad para pronunciar el discurso en ese acto decoroso.
Tal acontecimiento constituirá una reafirmación de nuestros verdaderos valores literarios y humanos, identificados con la autenticidad del país, en oposición a la medianía arribista que a golpes de audacia ha ido abriéndose paso en las letras nacionales. (¡Ah, Romerogarcía siguen vivas tus “reputaciones consagradas y nulidades engreídas”!).

II.- De paso por Nueva York presencié el gigantesco desfile de los gays, prostitutas y bisexuales que llenó calles enteras durante varias horas. Hombres  con taparrabos, mujeres semidesnudas, grupos de “señor-gays” orgullosos de un status hormonal, adultos que llevaban en hombros a sus pequeños para aleccionarlos con aquella vivencia inolvidable; núcleos humanos, con banderas de sus respectivos estados o países. Entre ellas la bandera venezolana. He visto ondear nuestro hermoso símbolo en defensa de los principios y derechos de la soberanía del país; lo he visto izado para celebrar triunfos del pueblo venezolano; lo he visto abrigando libertades y reivindicaciones en su tradición de gloria y heroísmo; lo he visto fungiendo de mortaja a personalidades notables que han abandonado la vida. Nada gratificante fue observar nuestro lienzo patriótico acaparando una supuesta representación  que Venezuela no quisiera tener nunca. La bandera venezolana concebida con nobleza, para mantenerla en alto, no para arrastrarla.

III.- En la reciente edición del 50 Aniversario de El Nacional se expresan acerca de la integración económica iberoamericana trece escritores latinos.  Once de los que allí escriben citan a Bolívar, su ejemplo, su ideal de unir los países emancipados de España. Este reconocimiento al pensamiento bolivariano es ciertamente  significativo, pues revela la trascendencia y alcance de su doctrina. Demuestra, además,  cómo el grupúsculo de intelectuales venezolanos apóstatas del Libertador, de su nombre y de su obra, están fuera de toda realidad ideológica e histórica, y por lo mismo se han quedado solos rumiando su rencor antipatriota.

IV.-El lenguaje de los dirigentes políticos de hoy difiere radicalmente del       que utilizaron muchos de ellos hace dos o tres décadas. Entonces se hablaba en todo momento de las libertades del pueblo, de los derechos del pueblo, de  satisfacer las necesidades del pueblo, de seguridad para el pueblo. Ahora el esquema es diferente, otras sus palabras, distintas las connotaciones de las mismas; yo no quiero que mi familia viva bajo una dictadura; yo deseo que mis hijos gocen de seguridad personal; yo quiero un ambiente democrático para mi hogar. Es  que estamos privatizando también las ideologías y lo que antes se quería para toda la comunidad ahora sólo se desea para el entorno familiar?

CUANDO CESAN LOS APLAUSOS - Caracas, 1994
Pablo Neruda acepta una invitación de un grupo de cargadores de comestibles de un mercado de Santiago de Chile. Allí, sentados en cajones y bancos improvisados los humildes trabajadores escuchan, estáticos, mientras el poeta lee algunos poemas de su libro “España en el corazón”, textos nada fáciles de comprender según opinión del mismo autor. Cuando concluye la lectura uno de los cargadores se levanta, se le acerca y le tiende la mano con estas palabras: - Quiero agradecerle en nombre de todos. Quiero decirle, además, que nunca nada nos había conmovido tanto”.  Y estalló en un  sollozo. Otros de sus compañeros también lloraron. El poeta deja testimonio de este hecho en sus Memorias.
Rubén Darío viaja por tierras de México. En cualquier lugar de su itinerario lo reciben clamorosamente. En Teocelo (supuestamente una de las calles de esta población lleva el nombre del poeta nicaragüense) las muchedumbres, integradas principalmente por gente humilde, iletrada, lo festejan y aplauden, lo escuchan en silencio, lo tocan con las manos y le obsequian productos rurales de su tierra. Darío, conmovido, se hace retratar, como un amoroso patriarca, entre aquellos indios lugareños. Después recordaría esta circunstancia: “Cuando partía en el tren, una indita me ofreció un ramo de lirios y un puro azteca: Señor. No tengo que ofrecer más que esto; y me dio una gran piña perfumada y dorada”. El poeta narra esas impresiones en sus papeles autobiográficos.
Durante una visita a San Cristóbal, estado Táchira, en 1942, Andrés Eloy Blanco asiste al Salón de Lectura y obsequia a los tachirenses con la lectura de algunos poemas. Antes, en las cercanías del hotel donde se hospeda, había comprado a una niñita de cinco años unos quintos de la lotería del Táchira. Cuando se inicia el recital advierte la presencia de la chiquilla entre los asistentes. Y después, a su regreso al hotel, se la tropieza de nuevo sentadita en unos escalones con la carita entre las manos. Levanta ella los ojos cuando lo ve llegar y le dice: “Cómo le parece que estoy rezando para que usted se gane el primer premio”. El poeta dejó testimonio de este hecho en una entrevista de prensa que ofreció al concluir su visita a San Cristóbal.
Tan significativas fueron estas vivencias que cada uno de los tres poetas, habituados como estaban a los actos públicos, las loas y los aplausos, las resaltaron como cosas que merecían la inmortalidad del recuerdo escrito.
¿Puede la gente sencilla de nuestros pueblos marginales, ajena a los libros  y a cualquier forma de cultura humanística, comprender las expresiones de los poetas cultos? ¿Es factible que aquellas inditas mexicanas de entonces, prácticamente analfabetas, pudiesen captar la preciosa pedrería de Darío con sus lirófonos, sátiros, mirtos romanos, trémolos cristalinos y marquesas verlanianas? Tampoco es aceptable que la poesía de Neruda, reconocida por él mismo como de difícil interpretación, pudiese haber llegado al nivel de los cargadores de un mercado. Y Andrés Eloy, de lenguaje más sencillo que los otros citados ¿podría ser entendido por aquella parvulita vendedora de lotería?
¿Son viables en la actualidad venezolana estos casos donde la presencia del pueblo celebra a sus poetas de tan espléndida manera? No aludimos al público cautivo por un nombre específico, ya porque admire su obra, ya porque haya sido ganado por la publicidad para escucharlo en algún recital, sino a esa masa humana que sufre un marginamiento cultural de muchos años y carece de sensibilidad hacia el trabajo literario.
Nos aventuramos a esbozar dos respuestas. Una, el reconocimiento a la labor intelectual existió en tiempos pasados: una atmósfera de aprecio y afecto popular, incluso en los estratos más bajos de la sociedad, envolvía a quien realizase una actividad de ese tipo, hasta el punto que se estimaba al autor aunque no se tuviese alcance al conocimiento de su obra. La otra respuesta no se basa en los valores ya desaparecidos, pero está tocada por igual de mucho dramatismo: es la sombría información transmitida por el Banco Mundial según la cual Venezuela se ubica al mismo nivel educativo de los más atrasados países africanos. Si es así ¿de cuál pueblo vamos a sacar los aplausos para la poesía?

DE LO IRREMEDIABLE DEL HUMOR - Caracas, 1994
No es frecuente que los periódicos o las instituciones culturales soliciten el aporte de la opinión pública para dilucidar algunas cuestiones que se mantiene en rígido anonimato. Creemos recordar que “Fantoches” realizó una encuesta entre sus lectores para investigar cuál era el origen de la expresión “Llegó Pacheco), con la cual se quería significar la presencia, en Caracas, del frío navideño. Entre las muchas versiones se consideró como acertada la que relacionaba la caída de la temperatura, con un jardinero de ese apellido que bajaba del Ávila o de Galipán, los primeros días decembrinos, cargado con flores para venderlas en la capital.

En Madrid, en 1925, el diario ABC promovió un concurso destinado a agenciarse de una copla que rectificara de alguna forma, otra anónima y muy divulgada donde se hacía mofa de la moral femenina de una conocida ciudad española:

“Si vas a Calatayud
Pregunta por la Dolores
que es una chica muy guapa
y amiga de hacer favores”

El jurado calificador estaba integrado por personas idóneas para ese propósito, tales como Rodríguez Marín y los hermanos Álvarez Quintero. Como era presumible, los versos llegaron a montones, aunque la mayoría de ellos de cuestionable calidad. La copa ganadora, si bien respondía en espíritu y razón a los requisitos exigidos, no alcanzó ni remotamente la popularidad de aquella pícara y tendenciosa que estimulaba de manera tan convincente la visita a Calatayud. La estrofa seleccionada fue ésta:

“La copla de la Dolores
Todo el mundo la cantó
Y entre tantos cantadores
Ni uno solo la creyó”

Desde luego que muchos de los participantes  burlaron el hermetismo del jurado y se divulgaron con rapidez, por medio del “correo bemba”. Algunos intelectuales manifestaron su preferencia por esta copla:
La Dolores ya no existe,
Que la Dolores murió,
Y en Calatayud no hay nadie,
que le haga un favor ni a Dios”

Un amigo de las viejas generaciones de venezolanos nos cuenta que la popularidad de la copla de Dolores llegó a Venezuela con todos los hierros y se puso de moda improvisarle parodias del mismo tenor y a igual efecto, de donde salieron algunas que aún recuerda:

- Si vas a Calatayud pregunta por Sherezada
 que también hace favores y cobra una pendejada.
- Si vas a Calatayud pregunta por Carmelina
 que concede sus favores a cambio de una propina.
- Si vas a Calatayud pregunta por Ana Rosa,
 guapa como la Dolores y mucho más generosa.

Pero volvamos al episodio del concurso. Con permiso de los concursantes, de los miembros del jurado y, claro está de los habitantes de Calatayud, la mejor copla de todas es la original y anónima que dio origen a todas las demás e incluso a una obra de teatro, “La Dolores”, con notorio éxito en España. Quizás sin la mediación de este evento, la coplilla de marras habría pasado al olvido y hoy nadie la recordaría. Viene a colación la anécdota según la cual Diógenes encuentra en una taberna a Demóstenes y éste, por vergüenza, se echa hacia atrás, pero el filósofo le grita “Cuando más  entras, más sales”. El error estuvo pues, en haber intentado despojar la copla de su gozoso espíritu tremendista, ya que en asuntos de humor no se debe remendar ninguna cosa: y si se trata de versos picarescos y populares, menos todavía.

VENEZUELA ES SU LENGUAJE -  Caracas, 1993
El uso del lenguaje ha sido considerado como la más notable hazaña del hombre. Y en verdad, una palabra según su significado y de acuerdo con la circunstancia en que se diga, es un mensaje de paz o es un grito de guerra, logra levantar un patíbulo o salvar una vida, crea el amor o lo extingue totalmente. Y cuando la palabra   cabalga en la vida de los pueblos nos permite seguirle el pulso a la historia de un país. En este aspecto Venezuela ha sido especialmente pródiga, pues no menos de un centenar  de frases notables hilvanan su acontecer y nos muestran su personalidad. Aquí nos limitaremos a seleccionar unas cuantas, y a calificarlas muy subjetivamente.
La más corajuda: Vuelva al Cabildo, está en juego la salvación pública. De Vicente Salias al gobernador Emparan, el  19 de Abril de 1810. Para captar la osadía de esta expresión es necesario recordar que detrás de Emparan estaban tres siglos de dominio español en Venezuela.
La más convincente: ¿Trescientos años de calma no bastan? Esto es ¿300 años de colonización no bastan? De Bolívar, en la Junta Patriótica, cuando el Congreso vacilaba en declarar la Independencia.
La más patética: Venezuela está herida en el corazón. De Miranda – un monólogo dicho en francés: Venezuela est bleseé au coeur-  anímicamente cuando se enteró que Puerto Cabello había caído en poder de los realistas, 1812.
La más enérgica: Marche Ud., marche a Caracas porque, de lo contrario, o lo fusilo a usted o me fusila usted a mí.  De Bolívar al general Santander en 1813, en los inicios de la Campaña Admirable.
La más sincera: Me ruboriza decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás. Bolívar en su Mensaje al Congreso de Colombia, 1813.
La más optimista: El mundo es del hombre justo. Del presidente Vargas para el coronel Carujo, cuando éste, al frente del movimiento militar orientado a derrocarlo, le argumentó: El mundo es de los valientes.
La más cínica: No sé de dónde han sacado que el pueblo le tenga amor a la Federación, si no sabe lo que esto significa. Si los contrarios hubiesen dicho Federación, nosotros habríamos dicho Centralismo. De Antonio Leocadio Guzmán, en el Congreso Nacional, 1867.
La de mejor espíritu civilista: Toque Ud. la campanilla, señor juez, tóquela usted. Del general Soublette, Presidente de la República, cuando un juez le solicitó ayuda porque el público del Juzgado donde cursaba un juicio contra A. L. Guzmán, ocasionaba un gran tumulto.1844.
La más significativa: La Constitución sirve para todo. Del general J. T. Monagas en 1848, para atenuar algún acomodo legislativo después del asalto  al Congreso por fuerzas gubernamentales.
La más decorosa: Mi cadáver podrán llevarlo al Congreso, pero Fermín Toro no se prostituye. Respuesta al presidente Monagas, quien le solicitaba regresar al Congreso cuyo recinto había sido violado por fuerzas gubernamentales.
La más aguerrida: ¡Oligarcas, temblad! Grito de guerra de las fuerzas liberales durante la Guerra Federal.
La más expresiva: La cabeza de los milagros, la lengua de las maravillas. De Cecilio Acosta, preciso en las palabras, claro en los conceptos, para definir a Bolívar.
La de mayor autenticidad: Este es el país de las reputaciones consagradas y de las nulidades engreídas. De Romerogarcía. Esta frase, una radiografía del sector deleznable de Venezuela, apareció impresa de puño y letra del autor en “El Cojo Ilustrado”. 1896.
La más nacionalista: La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria… De Cipriano Castro, durante el Bloqueo de Venezuela por fuerzas extranjeras, en 1902.
La más desdichada: El pueblo está callado. Del general Gómez, poco después de haber derrocado a Castro, desde el balcón de la Casa Amarilla ante una multitud que esperaba sus palabras. En realidad, mantuvo al pueblo callado durante su matusalénica dictadura.
La más sensata: Sembrar el petróleo. Esto es, invertir en la agricultura y en la industria los beneficios petroleros. De Uslar Pietri, título de un editorial del diario Ahora, 1936.
Con la venia de los destinatarios pero “¿Oligarcas, temblad!” es la frase lingüísticamente mejor construida de todas, pues han bastado dos palabras sonoras, contundentes, para llenarla de su escalofriante contenido. Tampoco hay, eufóricamente, otra que se le iguale. Adviértase cómo perdería su tremendo ritmo interior si se hubiese dicho por ejemplo: ¡Godos, temblad!, u ¡Oligarcas a temblar!, o  ¡Tiemblen, oligarcas! Así como fue concebida: ¡Oligarcas, temblad!, es sencillamente perfecta.


DE LO HUMANO DEL ERROR Caracas, 2000
En cierta ocasión Orlando Araujo, acucioso lector, escritor talentoso, invitó a un grupo de sus amigos para una conferencia de corte literario, en la cual  señalaría, como simple nota picaresca, algunos gazapos que se le habían escapado a don Alfonso Reyes. De este escritor había comentado Picón Salas: “... a esta altura de la época aun parece nuestro mayor hombre de letras”, p. 83 de Crisis, Cambio, Tradición). Quizás para medir la significación de este notable mexicano, valga la siguiente  anécdota. Una vez se encontró casualmente con Jorge Luis Borges, a quien le habló más o menos en estos términos: - Borges, he leído recientemente uno de sus trabajos. Es de excelente calidad. " Y el argentino le respondió:  - “ Celebro que le haya gustado, Reyes. usted ha sido mi maestro".
A propósito de Picón Salas, quizás el venezolano más culto de los últimos cien años, en uno de sus ensayos citó erradamente ( ......) uno de los afamados versos sencillos de José Martí y donde el insigne cubano había dicho:  "... y para el cruel que arranca / el corazón con que vivo", don Mariano transcribió : "... y para aquel que me arranca/ el corazón de que vivo " (Ob. cit.,pág. 189)
Otro de nuestros prestigiosos escritores, Arturo Uslar Pietri, alude en su
"Cuéntame a Venezuela"  a la histórica batalla de Santa Inés, donde Zamora se creció como gran estratega. Uslar ubica a Santa Inés en las llanuras de Apure (Pág. 259), pero esa región es barinesa y está tan cerca de la capital del Estado que si el caudillo hubiese soplado un poco más fuerte su clarín lo habrían escuchado en la calurosa Barinas También se refiere ( pág. 47) al juramento  en  el Monte Sacro,  de Bolívar y  Simón Rodríguez, conjuntamente, pero  este último narra el suceso con todos  sus detalles y atribuye las palabras de aquel compromiso histórico al Libertador únicamente.
En el reciente recuento histórico que publicó en  fascículos " El Nacional" se dice  ( pág.73) que la independencia de Venezuela  la decretó la Junta de Gobierno, aunque se sabe que esa digna iniciativa patriota la tomó, como tenía que ser, el Congreso Constituyente de 1811. En el muy celebrado Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar se cuenta que el cadáver de Manuela Sáenz fue incinerado junto con sus pertenencias para evitar la propagación de la difteria, pero fuentes históricas,  entre otras  la biografía  de la valiosa quiteña,  escrita  por Rumazo González, afirman que la cremación sólo ocurrió con las pertenencias, pues el cadáver fue destinado  a una fosa común.
En su conocido poema " Carta a Udón Pérez", Andrés Eloy Blanco confiesa : " ... volveré a mi casa con el rubor secreto / de que un señor Farage me corrigió un soneto" Las erratas de los libros ocurren hasta en el aspecto gráfico: en una de las ediciones del Diccionario Larousse aparece un estupendo retrato, a plumilla, de Cipriano Castro, pero la imagen corresponde, en realidad, al general    José Manuel Hernández  ( El Mocho). Y por último ( aunque hay mucho más) en la edición de diez tomos de  Don  Quijote, comentada por Rodríguez Marín, se señalan decenas de ligerezas e irregularidades lingüísticas en las cuales incurre Cervantes.
No es, pues, cosa de salir a lanzar cohetes porque le cazamos una falla a un escritor.  No seamos los jueces de la forma y del estilo si están claros los conceptos ( ¡Bravo, Descartes!) , si  las ideas lucen transparentes ( ¡Bravo, Voltaire! ) y transmiten una cuota de amor a la humanidad ( ¡ Bravo,  Martí). Si tal es el mensaje, bienvenidas las palabras que lo traen ... aunque haya tropezado el mensajero alguna vez.